Encuentro

PALABRAS,SILENCIOS,AMORES, COMBATES, TRIUNFOS Y DERROTAS, NOSTALGIAS, AUSENCIAS.
DE FLORES Y BALAS COMO LA VIDA.
Poética existencia. Vida poética.

sábado, 21 de julio de 2018

Hombre nuevo



                                   A mi Amanda


Y tú tomas mi mano
y siento que me elevo
por encima del odio
como un colibrí enamorado
de flores en celo.

Y tú me hablas al oído
y una marcha triunfal
de grillos y chicharras
erizan mis sentidos.

Hoy cuando me besaste
cuando dijiste mi nombre
cerca del árbol florecido,
me sentí nacer otra vez
perdí el miedo al destino
a la brutal herida del olvido
al hacha puntual del camino
que parte en dos mi ternura
y el pan de amor compartido.

Cuando recuerdo amada esa tarde
los libros rojos de mi biblioteca
me miran distintos y ríen conmigo,
en verdad me siento un hombre nuevo
que aún en la oscuridad de la noche
y en solitario incendio
ama la vida en su comienzo,
y el falso político me devuelve la risa
y el usurpador de sueños
mi alforja de nubes y guitarras ariscas.

Cuando tú me besas renazco
¡hombre nuevo!
que ama la vida y comparte
para seguir creyendo en los ojos que veo,
y el agua de tinaja destila besos
el columpio del parque es violín sin lamento
y me nacen flores en las manos
y una canción de abrigo canta mi pecho.

Y la abuela de la calle me grita:
¡Hombre nuevo!
que ríe con el niño que pasa
y ayuda al barredor a surcar senderos
y esconde del trueno los nidos del alma
y encuentra la patria salvada en tu beso.

Hoy soy un hombre nuevo
que ama, canta y sigue tu vuelo.


Poema de Andrés Castillo

miércoles, 11 de julio de 2018

Trazo de nostalgias




Uno sabe que ama a esa mujer
cuando la soledad huye de la cama
y puebla la mesa de la cocina
y el mantel pierde lentamente
los pétalos de rosas rojas
que antes le adornaban.

Y es agrio el café
y no hay aroma escondido en las cortinas
ni luz de vida en las ventanas,
y es nervioso el silencio
que juega cabriolas con las sillas
y cuelga su hastío
en la penumbra de las lamparas.

Uno sabe que ama a esa mujer
cuando la casa son paredes cansadas
y cuartos consumidos
por una brisa delgada que espanta,
cuando las aves se alejan
para no herir con su canto
la quietud del olvido
escondido en las almohadas.

Uno sabe que ama a esa mujer
cuando la soledad de no tenerla
se riega cual diluvio por la casa
y todo se confunde en la corriente
que derriba la certeza del mañana.

Uno sabe que ama a esa mujer
cuando el lado sagrado de la cama
protege salvando su cariño
de truenos, tormentas, nubarrones
y un sol de besos peregrinos
dibujan su silueta entre las palmas.



Poema de Andrés Castillo