Encuentro

PALABRAS,SILENCIOS,AMORES, COMBATES, TRIUNFOS Y DERROTAS, NOSTALGIAS, AUSENCIAS.
DE FLORES Y BALAS COMO LA VIDA.
Poética existencia. Vida poética.

martes, 17 de julio de 2007

HUGO FERNANDEZ OVIOL


PARA TI POETA.
 BARBA ROJA COLORADA.
Andrés Castillo



Viejo camarada, poeta que nos haces falta, niño de barba y de canto, de casa grande y alborada.
Poeta, ternura y militancia, batalla a caballo y muchachada.
Barba roja llena de pájaros, de luces y de campanas.
Voz alegre y con certeza, verdad limpia y sin ofensa, viejo, niño con guitarra, botella que tomas en la noche, calor de ausencia y madrugada.

Poeta, dime porqué no tengo tu palabra, si la busco en cada monte, en cada árbol que se tala.

Poeta ¿dónde andas mi paisano, dónde olvidaste la metralla?, ahora cuando a nuestro pueblo lo siguen vendiendo los canallas, lo siguen llenando de burdeles, de ocio, de vidrios y murallas.

Poeta ¿dime pues, si conseguiste a Vikingo, si tan sólo te jugaba una mala vaina?

Poeta cocíname una sopa, adóbala con recuerdos y nostalgias.
Poeta en dónde escondiste tus nuevas palabras, si no encuentro quién me diga, quién me tienda la mano en mis noches de insomnio, en mis tardes de rabia.

Poeta dime poeta, cómo vivir en este mundo, como aguantar tanta insolencia, tanta absurda mala hora, tanta gente que no ama.



Hugo Fernández Oviol. (Cabure, Estado Falcón 1927 - Coro 2006)
Licenciado en Educación,trabajó en todos los niveles del sistema educativo, desde la Escuela Rural hasta las aulas universitarias. Dictó cursos, seminarios y conferencias en Sur y Centro América.
Fue Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Yacambú (Barquisimeto).
Premio Municipal de Poesía. Director y miembro del Consejo de Redacción de la Revista Job (Barquisimeto). Presidente de la Tertulia Literaria Hugo Fernández Oviol con sede en Coro y Director de la Revista “Ventanal”. Libros publicado: Agua delgada (1964); 12 Variaciones alrededor de una guitarra (1973); La Casa deshabitada (1982); Caballos (1995); La canción de Morella (1983); Antología poética (2000). Antología poética 2006.

3 POEMAS DE HUGO FERNANDEZ OVIOL

Nada extraordinario

Yo no pido nada extraordinario:
a nadie he dicho, por ejemplo,
córtate la mano derecha
y entrégamela entre rebanadas
de pan blanco.

¿Acaso he dicho a alguien:
ólvidate del nombre de tu madre
y cava una inmensa sepultura
en el vientre de tu hermano?

No. Yo no pido nada extraordinario
ni uno sólo puede desmentirme
cuando digo:
yo no he pedido a nadie
que se saque los ojos
para que el sol le lama
la cicatriz del llanto.

Es más,
a nadie he pedido todavía:
amamanta la mitad de tu sed
para que me regales
la mitad de tu agua.

Yo sencillamente he dicho:
No quiero que mi hermano
sufra hambre,
no quiero que le
roben su trabajo,
no quiero que sea muerto
en tierra extraña…

Y sin embargo,
hay gente enfurecida
dispuesta a romperme
la guitarra,
empeñada en disecar
mi voz,
sobre el madero oscuro
de una encrucijada,
resuelta a convertir
mis huesos
en harina amarga
y carcelaria…

Yo no los comprendo, amigo,
yo no pido nada extraordinario.



El papagayo

Hace mucho tiempo, cuando aún cabalgaba el potro pío de la infancia, solía ir a una huerta detrás de mi casa y pasarme horas enteras elevando un papagayo.

-Perdedera de tiempo, ganas de hacer nada; decía mi familia, y me colmaban de reproches y se empeñaban en demostrarme la inutilidad de mi esfuerzo y la necesidad de aprender cosas útiles y ¡nunca les hice caso!

La vida, a golpes, me ha enseñado que no se hace compañía juntando soledades, ni se construyen puentes con serpentinas, ni se evitan bombardeos creando pájaros; pero, yo soy tonto definitivamente y sigo elevando el papagayo.




El viejo
Andaba tan lleno de soledad que cualquier pañuelo le desataba el llanto, y lo peor era que lloraba hacia adentro y el río de las lágrimas le enturbiaba las garzas, le corroía las gaviotas y le sembraba el mar de peces solitarios.

Él sabía que por ese camino era inevitable que se encontrara con el caballo ciego y trataba de cavar salidas en el túnel; pero, inventaba picas falsas y a cada instante estaba más profundo en el corazón de la montaña.

Era casi inevitable el encuentro con los gavilanes y sus palomas lo presentían e iban apagando sus arrullos y la angustia, como un oscuro almidón espeso, les iba entumeciendo las alas y les pintaba la cola con pinceladas amargas.

Él sabía que había llegado el momento en el cual resultaría inútil que malgastara la mañana tirando monedas en el río, porque a las seis de la tarde, a la hora exacta del crepúsculo, sentiría tintinear en sus bolsillos las monedas del miedo… y se desesperaba.

Entonces empezó a inventar huidas, a escalar montañas falsas, a querer esconderse en los recuerdos, a racionalizar el tobogán y la escapada. Pero su tristeza andaba con él y cuando se creía más seguro, cuando menos lo esperaba, le enseñaba la lengua y empezaba nuevamente a corroerle el alma.

Así llegó hasta el lago y ellas estaban allí, sembrando poemas en la arena, con la esperanza de que nacieran fusiles en la sierra… él aprovechó la ocasión para robarle su quena más pequeña y se puso a elevar su viejo papagayo.

Luego frente a su sed de siglos, la muchacha le tendió la vasija luminosa de sus manos y el agua clara y fresca de su voz se precipitó hacia él en forma de raudales y fue el deslumbramiento: el relámpago azul del sueño multiplicado en las estrellas, la noche iluminada, el pulir amorosamente los luceros, la reinvención del azúcar y un florecer infinito del naranjo.
Él dijo entonces de su absurdo deambular y sus fantasmas y ella le recordó la silla de ruedas de Mariátegui. Él le dijo de los compañeros muertos y de los fusiles enterrados y ella le recordó el tiple de Atahualpa en el Tolima y le habló de Víctor Jara y le dijo de Jorge, un mimo del Perú que monta su espectáculo en las plazas e inventa sopas ratoniles y, lo más importante, que se ha negado siempre a pedir permiso para su espectáculo.

Después, él se quedó mirándola a los ojos largamente, tomó un pedacito de luz de su sonrisa, hizo con ella una bandera y se la puso en la solapa. Limpió su viejo rifle y se sumergió en la calle.

Esto sucedió hace mil años y todavía cuando se le pregunta al viento por el viejo, contesta sonriendo:

-Por allí anda, con la barba millonaria de pájaros, con los bolsillos repletos de papeles, disparando su vieja escopeta y su esperanza.