Encuentro

PALABRAS,SILENCIOS,AMORES, COMBATES, TRIUNFOS Y DERROTAS, NOSTALGIAS, AUSENCIAS.
DE FLORES Y BALAS COMO LA VIDA.
Poética existencia. Vida poética.

sábado, 9 de mayo de 2020

Madre

Tres poemas a la madre
Tres Poetas falconianos.



Fotografía: Andrés Castillo


Carmen

Mi madre,
como todas las madres,
es la mujer más bonita.
Ella, como todas,
se empeñó en enseñarnos.
Me indicó cómo utilizar los códigos sin hacerle daño a nadie.
Mi madre,
al igual que todas,
me dedicó más tiempo del que disponía.
Y a la medida en que crecía
sembraba dentro de mí un amor claro y limpio.

Pero mi madre,
debo decirlo con total respeto,
se diferencia de otras madres,
porque no todas ellas se llaman Carmen.
Porque para que el nombre de Carmen
se lo pongan a una mujer
deben concentrarse con ella, en el momento,
el cielo, el mar, la luz y las flores,
porque el nombre de Carmen,
para que lo lleve una mujer,
debe ser el nombre más bonito.

Héctor Hidalgo Quero
Mundos de Acacias, finales de mayo del 2004




Gracias, Madre


Gracias, Madre, por haberme dado
este sonoro corazón de piano
y este mi cuerpo idéntico a otros cuerpos,
y estas manos terrestres y estos ojos fluviales.

Gracias por haberme hecho
sencillamente hombre,
sin la estatura inútil
de los pobres gigantes,
ni la amargura extrema
que le quema los ojos
a todos los enanos.

Si sólo me hubieras hecho
de espumas y de garzas,
sería un desterrado.

Si me hubieras moldeado
con barro únicamente,
sudaría agua sucia
de envidia ante la garza.

Si sólo metal pulido
fuera mi arquitectura,
jamás comprendería
la música del aire.

Si sólo viento fuera
me mordería el desprecio
de todos los metales.

Si me hubieras construido
distinto de los otros,
tu tendrías un hijo
y yo tendría una madre.

Mas, al haberme hecho
sencillamente hombre,
maravillosamente idéntico
a los otros, obraste el milagro:
cada hombre es tu hijo
y cada mujer, mi Madre.

Hugo Fernández Oviol
Buenos Aires, 1955





Nunca una palabra dijo tanto

                        A Carmen

Y nada alcanza
para agradecer la vida,
ni la rosa blanca
en noche de luna coloreada
ni el canto de amor 
entre la celosía de la mañana.

Y nada alcanza
para pagar la deuda
de mirar la vida
tras el crepúsculo viajero de la tarde
la huella del beso que camina
ahora que nos sabemos padres.

Madre
nunca una palabra dijo tanto
pareciera que entre sus letras
canta el parto
de la vida nuestra
la melodiosa razón del primer paso.

Madre
aún escucho
el "La" melódico de tu latido
este, con el que afino
            el amor temprano
y la canción del beso como abrigo
con la que ahora acompaño 
el andar de los hijos por sus caminos.

Madre.



Andrés Castillo
Casa de nostalgias, 2020