Encuentro

PALABRAS,SILENCIOS,AMORES, COMBATES, TRIUNFOS Y DERROTAS, NOSTALGIAS, AUSENCIAS.
DE FLORES Y BALAS COMO LA VIDA.
Poética existencia. Vida poética.

sábado, 8 de octubre de 2011

Ramón Miranda: Crónica de un encuentro

A Jesús Oduber
Y al recuerdo hermoso, presente e imborrable de Hugo Fernández Oviol.




“El mar enviaba peces
El viento era un pañuelo colgado en las ventanas”
HFO



Su nombre ya lo conocía desde hace tiempo, en los espacios ligados al trabajo cultural, en los que aún muy joven me inicié abrazado al teatro en el Ateneo de Punto Fijo o quizá en la palabra siempre respetuosa, amiga, clara y coherente de Víctor Hugo Bolívar, o en alguna crónica aparecida en uno de nuestros diarios regionales. Así, el nombre de Ramón Miranda ya me era familiar, atado a lo cultural, a la poesía, al periodismo, a la amistad.

Pero fue hace algunos años que pude compartir con él y confirmar cercanamente lo que siempre me repitieran amigos como Héctor Hidalgo Quero, Jesús Oduber o la querida Carmen Fernández (la Chicha), ahí, en la nostálgica casona del querido Vikingo, sentado en el inmenso mesón de la Tertulia, hermosa y necesaria de la casa del poeta llorón Hugo Fernández Oviol, allí lo conocí, era la primera vez que asistía a esa especie de cofradía poética poco común en estos tiempos, yo ese día era un visitante desconocido que hacía presencia tímida en aquella casa que todavía cargamos poblada en la distancia, llena del recuerdo de ese poeta maravilloso que no dejaremos de nombrar.



Llegué buscando un lugar que me permitiera perder el temor inicial de todo encuentro colectivo, fue entonces que me encontré con la cálida y amena conversación con el poeta Ramón Miranda, conversé con él, como si lo conociera desde siempre, más tarde entrada la noche, lo escuché leer una de sus extraordinarias crónicas, género que domina con facilidad y que a mi juicio no tiene desperdicio en su palabra.

Pero hablar de Ramón Miranda es conversar de muchas cosas, es ir más allá de la anécdota particular, es como caminar entre las leyendas de algún viejo del Pedregal, el de su infancia, o mejor aún perdernos en las entrañas de alguna antigua sala de cine y asistir al encuentro del desaparecido Capulina o mirar alguna de las películas de Pedro Infante o de Jorge Negrete.

Ramón Miranda es amante de la buena conversación, de la música, del canto, del amor, de la amistad, de su tierra falconiana, de su gente.
Sus primero trabajos conocidos surgen a fínales de los años sesenta, poemas, cuentos, relatos.

Más adelante brotan las crónicas, donde desborda su extraordinaria capacidad de dibujarnos algún acontecimiento por muy insignificante, de la manera mas grandiosa y querida. En sus crónicas florecen contentas las vivencias y las creencias más sentidas, como lo cuenta Jesús Oduber uno de sus tantos amigos, de aquella que narra Los espatos en la calle Zamora… Por Dios. Pero no sólo la crónica lo acompaña, él es un poeta bregado, sus trabajo han aparecido en diversas antologías, no en vano Ramón Palomares reconoce su amistad y su talento. Marvella Correa la novia de todos es un texto reseñando por quienes deciden alguna vez mencionar su obra.
Sus pasos por la universidad y el periodismo son trazos de un mismo lienzo que el ha sabido regalarnos.

Cuando el poeta Hugo partió siguiendo el vuelo de algún Gonzalito, el poeta Miranda leyó una crónica del perro Vikingo que muchos conocimos, ese día confirmé, su extraordinaria calidad humana y poética, cualidades indisolubles en alguien que aspire la estatura de poeta.


Poeta Hugo Fernandez Oviol


Repito para él, lo que un día él mismo le dedicara al Pintor Domingo Medina, hablado de su pintura y de la vida:

“Por eso, alzando la copa de la admiración y la amistad, brindemos en honor de su legado y su talante artístico y digamos su grito de guerra en las noches de parranda: ¡Viva el arte y viva la mujer, fuentes de la vida y de la poesía!”


Ramón Miranda 1947: Poeta, Periodista, Promotor Cultural.
Autor de Plantado como un Ángel
Entre otras publicaciones

Crónicas:
El perro de Miguel
Domingo Medina el pintor que parió en Paris.


Por
Andrés Castillo