Encuentro

PALABRAS,SILENCIOS,AMORES, COMBATES, TRIUNFOS Y DERROTAS, NOSTALGIAS, AUSENCIAS.
DE FLORES Y BALAS COMO LA VIDA.
Poética existencia. Vida poética.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

De sombras y nostalgias



“…pues que la vida es tan corta, soñemos, alma, soñemos.”

                                                     Pedro Calderón de la Barca




Hoy fui a la universidad
y como suele pasar
me resulta obligado pensar en ti,
es como si en la quietud de la hierba
las raíces de nuestro tiempo
se hubiesen quedado resguardando el paso de todos estos años.

Y pensé en las tardes de besos
en el tiempo detenido bajo la mirada del ¡te quiero!

Había poco bullicio, todo está cambiado,
por más que yo intenté salvar con la mirada
ninguna muchacha era tan bonita como tú en aquellos días,
ninguna tenía el color de tus Jeans
cielo inquieto de azules gastados
ni les hacía bailar la silueta
con la que se enamoraban los altos chaguaramos
de camino al comedor por la ruta de la escuela.

La vieja universidad parece cansada,
como si ya no soportara el tiempo del saber,
las huellas de los odios, el olvido a la grandeza
que tuvo en otros días,
la creación de Villanueva se ha cubierto de ramas caídas,
de soles agrestes y mañanas heridas.

Ahora, sentado en los bancos viejos de verde madera
un grupo de muchachos pasan gritando sus consignas,
hoy es día del estudiante universitario,
cosas de la vida, me tocó ir a la universidad otra vez
            este día.

Y mientras me tomo un café
que conserva intacto el sabor a los dioses
de aquellas frías mañanas,
pienso en ti ¡amada!
            y vuelvo a ser Otelo o Clarín
Segismundo, Don Juan de provincia
             canción prometida
y no dejo que nadie se acerque
y me embeleso mirando
la brillantez de tu pelo con su tono de sutil canela,
y tu mirada de novia del antiguo tiempo
cual siglo de oro español.

Aquí no estás, pero en mi boca cada sorbo
te trae sagrada, feliz, otra vez ¡mi amada!

Yo no venzo la nostalgia
y esta vieja casa tampoco sus sombras.



Poema de Andrés Castillo

lunes, 19 de noviembre de 2018

Al olvido de la tierra

                 A Paraguaná           



No culpo al humo
ni al fuego
de todas tus tristezas
ni a la arisca nube
ni a la tierra seca.

La corrosión del tiempo
plantó banderas
sobre tus casas
y sus hombres.

Fuimos nosotros
quienes olvidamos
el mar en calma
tu cielo de estrellas
y nos dispersamos
bajo la luna llena.

Al final de todo grito
quedará el mar
y el viento libre
gallardos otra vez
como al principio.



Poema de: Andrés Castillo

martes, 30 de octubre de 2018

La canción del regreso

A Alí Primera

A tus 77 años de inmensidad compartida
 31 de octubre, sol de todos.

Por eso con la ilusión 
que nos dejaste en el alma 
se van preñando de calma 
las espinas del cardón. 
Servando Garcés



Vuelvo al viejo camino
donde solías ir a jugar
con tus chivos cuando niño
entre soles y abismos,
al cielo reflejado
en un destello de tierra cuarteada.

Regreso al lugar
donde nació tu sol
y tus heridas.

Ahí están los recuerdos
tu palabra luminosa
y tú luna que ha parido,
es tiempo de volver
al caballito de mar
a los caños
al escondite salobre del manglar,
canción del regreso
dormida en los curubos.

Las acibaradas medusas
con sus muecas escamadas
ahuyentaron las garzas
del limpio plumaje de mi infancia,
agua mala escupiendo mi rastro
en la tierra sedienta de nubes y arcoíris.

Pero digo que las huellas de tus pies descalzos
dejaron en mi alma un surco florecido
almendrón que vuela
salvando a las chicharras del verano
curando las heridas de los musgos
y la furia voraz de los chebebes.
Regreso a los áridos senderos
y vuelvo a perderme
en veredas pedregosas
en los caserones viejos
con sus lozas hambrientas
bajo el sol que las quema.

Vuelvo a jugar en soledad
ante la luz de la vela gigante
que no apaga el viento
me calmaré la sed que ahora llega
mojando mi lengua entre las grietas
del cardonal que apunta hacia tu estrella. 

Regreso al comienzo de mis días
al fuerte viento con su ruido,
vuelvo a la inocencia luminosa
a la verdad sencilla de lo incierto
sin libros
ni palabras
ni destinos.

Vuelvo a ser abrojo
florcita amarilla bordeada de espinas
cubriendo las orillas de las salinas
las venas terrestres de la mata de uva e playa
y el terco vagar de las hormigas.

Alí
regreso al comienzo
a la primera huella
a mi mirada esperanzada en el sendero
a la verdad sencilla de lo tierno
al escondite fértil de los sueños.

Alí
regreso al comienzo
cuando tan sólo tu nombre
era para mí un mar extendido
en la inmensidad primorosa de los caujaros,
la ruta del labriego entre la luna
el abrazo del silencio postergado.

La península azul buscando tu risa
la veo navegando apresurada,
la brisa canta su furia y su tristeza
en el almendrón
un ave cuelga su nido,
el sol otra vez
naciendo airoso sobre los caminos.

Regreso con las manos repletas de gaviotas
cayenas, apamates y albahacas,
vuelvo a escuchar tu canto en el curubo
donde guardé mi mar de medio siglo.


Poema de Andrés Castillo


sábado, 20 de octubre de 2018

Haití


Los colombianos podrían olvidar el papel que jugó Haití en su liberación.
Hay por tanto cosas que el corazón siempre debe recordar.
Ëmeric Bergeaud

Christian Michel- Miss Acra. Acra Es un campo de refugiados, donde cabe la sonrisa

Imagen tomada de: https://gpn6azure.wordpress.com/tag/haiti/
Haiti en 500px Juan Manuel Cabello



Eres la herida negra

de nuestra claridad.

 

Flor solitaria en el oleaje

la - ajoupa - tantas veces derribada

la tierra que alimenta los desvelos.

 

Tu corazón

escondido en el árbol de hierro

recobrará la sutileza

que habita en la llovizna de tus besos.

 

En torno al - boucan -

algún día cantaremos

prometo llevarte en el – makoute -

una luna nueva

mis dos manos afiladas,

y un río de alegrías

cruzando la sed de tus mañanas.

 

Eres la negra Patria

el alba de mis ojos

la ruta de otro tiempo

la lucha en que nacemos.

 

Haití

algún día cantaremos

salvando tus bosques,

bajo el flamboyán

cantaremos,

mis hijos cargaran a los tuyos

y tu nombre otra vez

en victoria de luz plantaremos.



Poema de Andrés Castillo

La rosa de la higuera



  A (Imilla) Mónica Eartl



Eres la rosa roja
que brotó de la higuera.

Tu nombre de niña ¡Imilla!
                 quechua, aimara,
agüita de monte abriendo los surcos
tras las huellas humeantes
en Ñancahuazú.

A tus manos de miel
le nacieron alas y aguijón certero,
mañana de abril
reparando la infamia
del octubre noche        herida de un sueño.

Eres la rosa roja
que curó las manos de los indefensos.

Rosa de higuera.

Espina irascible,
cual venganza de pueblo.



Poema de Andrés Castillo

jueves, 20 de septiembre de 2018

Para amar a una mujer

Necesitas pocas cosas:

















Muchas lunas y soles.
Algo de canto y cielo.
Besos como mares que se desborden sin miedo.
Ríos de ternura, cascadas de dedos que lleven en su corriente balsas de misterio, peces con luces y sortilegios.
Para amar a una mujer debes ser atento, como el bosque al ruido cantarino de la noche, tejer telarañas de delirios para que no se te escapen los deseos más sentidos.
Cuida siempre que seas tú la más confiable certeza. 
No traiciones, ni mientas, ni hieras.
Oye, oye cada palabra como si aprendieras un nuevo alfabeto. Ella siempre será inédita como la luna que de sus sueños cuelga, luna que en cada noche de sus pechos llega.
Arrópala de tu fuego cuando la nieve acobarde las cienes y calma sus miedos con la seguridad de tu voz y la fiereza de tu sangre.
Edifica con ella la casa, la fuente del saber compartido, la cuna de los retoños, la hoguera y el nuevo camino.
Vuela con ella. 
Canta con ella, sálvala siempre de oscuros precipicios. 
Construye con sus manos la pasión y el delirio para las horas de tormentas.
No dejes nunca de sentirte compañero, amigo y siempre el nuevo aventurero desconocido.
Alimenta su braza, inventa futuros caminos, viaja con ella y regresa tomado de su entrega sagrada.
Nunca olvides que puedes ser su puente movedizo o el camino firme para viajar unidos.
Amala, ama, como ella te ama.
Para amar a una mujer necesitas pocas cosas.
Porque el amor es alma y latido no instrumento cautivo.
Para amar a una mujer tienes que atreverte a ser vuelo, cielo y destino compartido.

Poema de: Andrés Castillo




miércoles, 29 de agosto de 2018

Certidumbre



Y la poesía será siempre el adiós que dejo.



Poema de Andrés Castillo

jueves, 2 de agosto de 2018

Rómulo Gallegos una memoria que nos hace caminar


A Gallegos en su natalicio.



Debemos a los que nos precedieron
una parte de lo que somos.
Paul Ricoeur
  
Volver otra vez sobre la ruta de la obra de Rómulo Gallegos, desandar el camino de su extensa producción literaria iniciada  a principios del siglo XX, en 1903 propiamente, cuando trabajara en la redacción del semanario: El Arco Iris y publica un primer ensayo titulado: Lo que somos, el propio nombre de aquel escrito nos permite hoy valorar y vindicar la lealtad de Gallegos, del pensador, del poeta, del escritor, del hombre fiel a una idea, a un proyecto creativo, proyecto que a pesar de las carencias y conflictividades de su tiempo, de los avatares, traiciones y circunstancias políticas, pudo salir airoso, junto a la hidalguía y coherencia del ser humano que les diera vida. En el libro Cercanía de Rómulo Gallegos de Efraín Subero, (1979), el cual recoge una selección de pensamientos, extractos de cartas y palabras expresadas por el autor de Cantaclaro, allí Gallegos dice con poética premonición:

No tendré que arrancar de mi obra literaria ni una sola página donde me haya exhibido defensor de derechos, procurador de justicia y solicitador de bienestar y felicidad para mi pueblo, mientras en la oportunidad de la acción de todo eso me hubiese olvidado. Yo puedo reanudar mi obra literaria deteniéndome otra vez frente a la casa de mi Juan el Veguero, con la seguridad de que no se negará a asomarse a la puerta porque ya hubiera perdido el tiempo cuando me le refirió sus desventuras a mi trashumante Cantaclaro. (p.60)

Hoy  conmemoramos ciento treinta y cuatro años del nacimiento de un escritor fundamental para Venezuela y América Latina, propicia la fecha para volver sobre su obra, no con la mirada gastada en la dicotomía civilización-barbarie, visión por demás deteriorada y reduccionista (que al no ser contextualizada u orientada dentro de parámetros históricos precisos, ha contribuido a que su lectura en colegios y liceos como requisito, pierda el disfrute y la aventura a que toda creación literaria nos invita), visión que ha servido para ocultar como en la metáfora del bosque de la que nos hablara José Ortega y Gasset refiriéndose al famoso adagio germánico: los árboles no dejan ver el bosque, la tenaz y amorosa labor de alfarero de las letras, de un hombre que mientras las condiciones físicas se lo permitieron fue fiel a su labor, creando personajes, historias, mundos. Hoy esos mundos están ahí y viven como patrimonio literario de todas y todos nosotros.
Han pasado algo más de cien años desde que Rómulo Gallegos publicara su primer cuento, en el suplemento El Cojo Ilustrado,  titulado: Las rosas (1910), editado posteriormente como Sol de antaño (1913), en la distancia de ese primer trabajo, hermoso por demás, con una temática constante en toda su obra posterior, creemos necesario el animar y proponer desde los espacios que nos ocupan, una relectura de su narrativa, (consideramos que los más jóvenes deberían iniciarse en la lectura de sus cuentos, o con su primera novela titulada originalmente como: El último Solar (1920), posteriormente: Reinaldo Solar (1930), antes que embarcarse en la lectura de sus creaciones más conocidas) relectura que nos permitirá además, comprender en la distancia, el valioso trabajo del creador que jamás arrió sus banderas, que no vendió el alma de su obra literaria por otros beneficios que fuesen el hacerlo arte vivo, labor inquebrantable, oficio, amor por la palabra, el idioma y la creación.
La obra de Rómulo Gallegos, y me refiero a su obra en singular por cuanto considero que toda su creación desde aquel primer ensayo publicado en El Arco iris, como su paso breve por la revista La Alborada (1909), su aporte a los inicios de una dramaturgia nacional, sus cuentos y novelas, así como su labor como precursor de un cine verdaderamente venezolano al que le dedicó esfuerzos, recursos económicos y estudios , todo ese camino forman parte de un solo trabajo, de una sola idea, no en vano Gallegos insertaba dentro de algunas de sus novelas,  imágenes y textos ya trabajados en sus cuentos.
El próximo año hay dos fechas trascendentes en la vida del escritor nacido un 2 de agosto de 1884, las mismas se nos presentan a los venezolanos como una buena oportunidad para valorar conscientemente sus aportes al mundo literario nacional y latinoamericano, para sentirnos orgullosos de su tránsito poético, creativo, sin la labranza que iniciara Gallegos en el campo de las letras latinoamericanas,  no hubiese sido posible  o se habría tardado la siembra fértil de escritores como García Márquez, Vargas Llosa, Pablo Neruda, Carlos Fuentes y tantos otros, que con su puño y letra, voz y afecto así lo manifestaron repetidamente.
Es un tiempo propicio para derribar mitos y enterrar si es que queda algún rastro de ese absurdo menosprecio a su quehacer creativo de tiempos pasados, los venezolanos somos muchas veces aficionados al olvido innecesario, a abonar mitos que peligrosamente corroen sin razón las bases de aquellos edificios o caserones donde se suele resguardar de la desmemoria, nuestra compleja y dinámica identidad.
Nuestras querencias en el ámbito investigativo se han inclinado siempre a la necesidad de poblar la memoria mutilada, que perece ser desde siempre un ciclo tortuoso del pueblo venezolano, nos cuesta mirar al pasado con decoro, con reconocimiento, nos cuesta recordar certeramente, tal es el caso de la obra de Gallegos, que aun cuando pareciera que es ampliamente conocida por muchos de nosotros, algunos indicios a los que nos enfrentamos en nuestro andar reflexivo y docente, parecen decirnos que hoy Rómulo Gallegos es mencionado pero tercamente desconocido, ignorado y muchas veces eclipsado, como en las primeras décadas cercanas a su desaparición física. Ya Orlando Araujo dejaba claro en el prólogo de la 4 edición de su libro: Lengua y creación en la obra de Rómulo Gallegos (1984), donde expresa con claridad parte del espíritu que nos anima a trabajar sobre su obra y a promoverla ahora desde nuevas miradas.

Bastaba con leer a Gallegos sin prejuicios, pero esto no se hacía en la década de los sesenta. Un prejuicio literario: cuanto provinciano aspirante al concurso de Cuentos de “El Nacional” caía de bruces en el monólogo de la Señora Blomm, o en las ficciones del gran Borges, se sentía obligado al menosprecio de Gallegos, aun antes de entrar en su obra. Lamentablemente, algunos profesores defendían al maestro con una iracundia sacerdotal que terminó por hacer de Gallegos el José Gregorio Hernández de nuestra narrativa. La obra de Rómulo Gallegos, así solitaria y entregada a su propio destino, resiste la prueba de toda grandeza creadora. (p, 12)

Estamos en el tiempo justo para volver a desandar y valorar la obra fecunda de Gallegos sin prejuicios torpes, con el disfrute que nuestro propio tiempo nos regala, para mirarla con otros ojos, esta vez en la distancia amorosa por una manera de escribir nacida en nuestras tierras, honesta y consecuente, creada por la mano de un ser humano que amó este territorio y su paisaje, sus tradiciones y cultura, que echó a andar sobre nuestro suelo a seres que hoy aún lo recorren con arraigo y reciedumbre, con ellos volvió siempre a él, para trajinarlo con entusiasmo. Hoy podríamos decir con el último párrafo de su cuento Sol de antaño:
El pasado le redimía, de él brotaba iluminado aquella oquedad tenebrosa donde una vez viera perderse su entusiasmo, su aspiración y su fe… un rayo de sol…




v  Andrés Castillo
Lic. Artes
Lic. Educación
Cursante del Doctorado en Patrimonio Cultural (ULAC).

v  Investigador y promotor de la obra de Rómulo Gallegos desde nuevas miradas.

Correo: castillete7@gmail.com







sábado, 21 de julio de 2018

Hombre nuevo



                                   A mi Amanda


Y tú tomas mi mano
y siento que me elevo
por encima del odio
como un colibrí enamorado
de flores en celo.

Y tú me hablas al oído
y una marcha triunfal
de grillos y chicharras
erizan mis sentidos.

Hoy cuando me besaste
cuando dijiste mi nombre
cerca del árbol florecido,
me sentí nacer otra vez
perdí el miedo al destino
a la brutal herida del olvido
al hacha puntual del camino
que parte en dos mi ternura
y el pan de amor compartido.

Cuando recuerdo amada esa tarde
los libros rojos de mi biblioteca
me miran distintos y ríen conmigo,
en verdad me siento un hombre nuevo
que aún en la oscuridad de la noche
y en solitario incendio
ama la vida en su comienzo,
y el falso político me devuelve la risa
y el usurpador de sueños
mi alforja de nubes y guitarras ariscas.

Cuando tú me besas renazco
¡hombre nuevo!
que ama la vida y comparte
para seguir creyendo en los ojos que veo,
y el agua de tinaja destila besos
el columpio del parque es violín sin lamento
y me nacen flores en las manos
y una canción de abrigo canta mi pecho.

Y la abuela de la calle me grita:
¡Hombre nuevo!
que ríe con el niño que pasa
y ayuda al barredor a surcar senderos
y esconde del trueno los nidos del alma
y encuentra la patria salvada en tu beso.

Hoy soy un hombre nuevo
que ama, canta y sigue tu vuelo.


Poema de Andrés Castillo

miércoles, 11 de julio de 2018

Trazo de nostalgias




Uno sabe que ama a esa mujer
cuando la soledad huye de la cama
y puebla la mesa de la cocina
y el mantel pierde lentamente
los pétalos de rosas rojas
que antes le adornaban.

Y es agrio el café
y no hay aroma escondido en las cortinas
ni luz de vida en las ventanas,
y es nervioso el silencio
que juega cabriolas con las sillas
y cuelga su hastío
en la penumbra de las lamparas.

Uno sabe que ama a esa mujer
cuando la casa son paredes cansadas
y cuartos consumidos
por una brisa delgada que espanta,
cuando las aves se alejan
para no herir con su canto
la quietud del olvido
escondido en las almohadas.

Uno sabe que ama a esa mujer
cuando la soledad de no tenerla
se riega cual diluvio por la casa
y todo se confunde en la corriente
que derriba la certeza del mañana.

Uno sabe que ama a esa mujer
cuando el lado sagrado de la cama
protege salvando su cariño
de truenos, tormentas, nubarrones
y un sol de besos peregrinos
dibujan su silueta entre las palmas.



Poema de Andrés Castillo


viernes, 22 de junio de 2018

Amigos



                       A ellos

Todos mis amigos
han navegado airosos
más de medio siglo
de victoriosa existencia.

Con la misma suerte 
he cruzado como ellos
esa franja inmensa de mar
que nos lleva
vida intensa que se agranda
en cada sueño que navega.

Otros queridos y presentes
se marcharon con la vida
regada de querencias,
en alguna parte han de esperarnos
aire,
flor,
barro  o cielo
serán ahora los compañeros,
polvo de estrellas o luna de recuerdos
que nos alumbra el sendero desde lejos.

Hoy brindo por ellos
por los que están
por los que partieron,
por la vida y el canto,
por el verso
por las manos que estrechadas
siguen sembrando claveles
desmalezando silencios.

Amigos
siempre pocos,
como las frutas del árbol
de nuestra infancia,
ahora en la rama de un recuerdo
con la brisa se duermen.

En el abrazo de alguno
abrigan todos
aunque nos falten, más de uno.

Poema de Andrés Castillo


jueves, 31 de mayo de 2018

Crónica de viejo cine


En el año 2016 el querido y siempre presente Víctor Hugo Bolívar Graterol me pidió que escribiera una crónica para  un trabajo que estaba realizando, el cual estaría conformado por crónicas de varios escritores falconianos,  lamentablemente el tiempo y la mala hora no permitieron que su compilación saliera al aire de nuestra tierra. Hoy y siempre le recordaremos con el mismo amor con el que volvemos al camino de la Paraguaná que nos recorre, nos habita y despeina el alma.




Volver al camino desde la Pantalla Grande


“Nadie es quien para morírseme”.
Leopoldo Castilla




Muchos años estuve siguiéndole la pista a una película filmada en nuestra tierra paraguanera en 1974, bajo la dirección de Daniel Oropeza, con las actuaciones protagónicas de la recordada y hermosa actriz Pierina España y el actor Rafael Rodríguez.
La búsqueda se tornó para mí en un compromiso con los recuerdos más queridos de la infancia, razón por la cual me llevó a rastrear por infinidad de instituciones dedicadas al cine nacional, buscando dar con la obra completa y en el mejor estado, para poder quizá encontrarme otra vez con aquellos largos relatos que mi padre, en innumerables oportunidades rememorara con certera precisión.
Desde muy niño me gustó atesorar recuerdos, memorias, anécdotas e imágenes, quizá de allí me viene el amor por la historia pequeña, la que se escribe muchas veces ignorada en algún cuadernillo del corazón o la que nunca se cuenta, pero vive.  Desde niño también cultivo el apego por las antigüedades, por conservar el más insignificante papel, hasta vetustos artefactos y muebles, que sin lugar a dudas guardan dentro el paso del tiempo, vida y huella de una época, de un país, de algún ser humano que a raudales ha escondido en ellos inolvidables anhelos.
Mi padre llegó a Paraguaná como muchos otros hombres y mujeres, quienes, buscando un trabajo digno a la vez de aminorar la pobreza y exclusión a la cual estuvo sometida las zonas campesinas después del auge de la explotación petrolera en una Venezuela que pasó vorazmente, de una cultura agrícola, bucólica, a otra, donde el casco de hierro, los pantalones de color "kaki" y los zapatos de seguridad se convirtieron en uniforme e identificación.
De la Sierra coriana llegó mi padre.
Nunca pudo ser empleado petrolero por culpa de un accidente en uno de sus brazos, sufrido en tiempos de su niñez, en aquella época sin médicos rurales ni hospitales cercanos, debió padecer los ungüentos del fiero sobador, que con ron de culebra y fuertes masajes intentaba poner en su lugar, ya no la carne “huía”, como solían decirle nuestros abuelos, sino los huesos de la triple factura que hiciera temblar y llorar de dolor, no tan sólo al niño, sino a quienes lo escuchaban gritar desde lejos.
Mi padre fue oficial de policía cuando el General Medina Angarita era presidente del país (1944)  y el general León Jurado conservaba todavía su autoridad en el estado Falcon, el  señor Néstor Gutiérrez era su jefe inmediato, más tarde laboró como chofer de autobuses de los primeros transportes colectivos que hacían la ruta al personal obrero de las refinerías de la Paraguaná petrolera, en la empresa del Sr. Víctor Fuguett, para más tarde pasar 25 años de su vida en la Vieja Línea Azul del Sr. Manuel Felipe Gamero, ubicada todavía en la Avenida Ollarvides,  como jefe del aseo urbano de la naciente ciudad.
Me gustaba mucho montar la vieja camioneta Chevrolet Apache año 59 de color azul que manejaba mi padre y más aún, hacer el largo viaje de entonces, desde la conocida hoy como Puerta Maraven, pasando por la curva de Sabino, donde hoy se ubica el distribuidor de entrada a nuestra ciudad, hasta llegar al Cardón, por una sola carretera muy angosta, esa era la ruta entretenida de aquel largo viaje (años 70) que de vez en cuando hago placentero en mis recuerdos. De ahí pasar al viejo relleno sanitario, donde por vez primera supe de la pobreza extrema y la miseria, con niños rodeados de moscas, peleando el desayuno con zamuros y perros callejeros.
Todas las semanas hacía con mi padre ese recorrido, entre calles de tierra, mil historias y vivencias.
Recuerdo la enorme casona llamada La Galera (monte adentro), La Perla Cubana y el viejo arco de la Federación ubicado cerca de la Urbanización Las Margaritas, estructura enorme decorada con conchas marinas, era una de las pocas estructuras con aires arquitectónicos de una ciudad que no tiene entre sus amores el resguardo de su pasado ni el valor por su patrimonio.
En algunos de esos viajes de regreso a casa, después de andar por el Cayúde o Santa Ana, pasábamos frente a un viejo bar, ubicado a unos kilómetros antes de entrar a la ciudad de Punto Fijo, llamado “Los Arcos”, era un extraña construcción retirada de la carretera, de paredes bajas con techos de zinc, en semi círculo, que se tornaban llamativos a mi joven e inquieta mirada.
Cada vez que desfilábamos por aquel enigmático lugar, mi padre relataba:
-          Ahí se grabó una película, “Maracaibo Petroleoum, Company”, con Pierina España. Y ahí salías tú, tomándote un refresco, desnudito en "pelotas".
Relataba mi padre como proyectando cada escena con entusiasmo y alegría, terminando siempre al decir:
-          ¡Unos pistoleros entraban al final y acababan con el baile!
Un día después de tanto indagar di con aquella obra cinematográfica, cuando la tuve entre las manos parecía que estaba a punto de encontrarme otra vez con las palabras de mi viejo, tantas veces compartidas conmigo y la brisa hermosa de nuestra amada Península.
  Me instalé a verla en formato (betamax) como quien asiste por primera vez a un viejo cine, y de repente mi sorpresa, transitaban ante mis ojos infinidad de recuerdos y personas queridas ya desaparecidas. Al principio del film, un relato documentado de la pobreza y miseria de las comunidades cercanas a los campos petroleros, luego una vieja camioneta Wolswagen invitaba por medio de un parlante y en nombre del partido del pueblo al casamiento colectivo, en ella la Sra. Miguelina Márquez, una de las primeras locutoras de Venezuela, figura muy conocida en nuestro estado, con ella el querido  Rogelio Lugo Villa (periodista y locutor), quien peleara el amor de Pierina España con el protagonista de aquella obra cinematográfica, así se asomaban caras conocidas, la Sra. Nelly Oduber de Quevedo, Eduardo Isea Borjas y por supuesto mis padres, quienes formaban parte de una de las tantas parejas que asistirían como elenco del matrimonio colectivo que se tendría que escenificar.
Aquella película nos muestra la vieja Península y los inicios de la explotación petrolera, los comienzos de la lucha sindical, las dadivas de los viejos partidos, el mundo turbio y teatral de los ya extintos botiquines de rockolas y amoríos lúgubres, con ellos un país que no es el mismo, pero que navegó horrorosamente entre la miseria pavorosa, los nuevos modos de convivencia y el tráfico de combustible, víctima de la explotación trasnacional.
Los hermosos relatos de mi padre sobre la tierra que tanto amó, hace ya muchos años que se estacionaron en mis inexpugnables querencias. 
 Punto Fijo ha cambiado mucho desde entonces, sobre todo en la sencillez, ingenuidad y tranquilidad de sus habitantes, el fuego del mechurrio sigue combatiendo con la brisa incasable de nuestro suelo noble, hoy, nuevos molinos con aspas enormes (energía eólica) parecieran regresarnos los viejos sueños del quijote Ibrahim López García, los de Pedro Amaya y los de tantos soñadores, los nuestros.
La vida no siempre es una película, pero gracias al arte, al teatro y al cine, hoy podemos volver al camino de la niñez, ahora desde la pantalla grande.

Andrés Castillo
Caracas 26 de enero 2016