Encuentro

PALABRAS,SILENCIOS,AMORES, COMBATES, TRIUNFOS Y DERROTAS, NOSTALGIAS, AUSENCIAS.
DE FLORES Y BALAS COMO LA VIDA.
Poética existencia. Vida poética.

sábado, 11 de marzo de 2017

Reflexiones sobre el pedestal



En estos últimos años hemos presenciado el arribo al Panteón Nacional de un numeroso grupo de hombres y mujeres con inmensas condiciones éticas, morales e innegable amor patrio, quienes en sus tiempos vitales hicieron camino en sus diversos espacios de luchas y sueños creativos, ellas y ellos son escuela en el largo sendero que, como militantes de la vida, los sueños y la esperanza hemos transitado millones de venezolanas y venezolanos.

Nuestra humilde formación no es precisamente la que de la herencia militar y religiosa hemos cultivado en nuestro andar, distante vamos de esa formación que elogia rituales o reverencias, la misma que expresa su reconocimiento en la elevación de monumentos, estatuas o altares, nuestra llana creencia ha estado ligada mucho más a los espacios naturales, a la ofrenda por medio de la palabra y el pensamiento, más aún, en el intento de honrar con los pasos que podamos seguir en cualquier camino que nos toque.

Claro está, la vida social es múltiple y diversa, hay opciones “colectivas” que debemos respetar, conciliar y en muchos casos aceptar, aunque no compartamos.

Vigilante de los procesos que nos han precedido, del seguimiento a la conformación histórica del pueblo venezolano, y con la mirada atenta al tiempo que hoy vivimos, el de las evasiones, la frivolidad y la falta de compromisos duraderos, donde lo cambiante y acomodaticio de los intereses particulares toma primera fila y aplaude muchas veces si reflexiones previas, es que nos atrevemos a pensar en voz alta, sobre el cuidado que debemos tener en la reivindicación de esos mismos hombres y mujeres para que no se termine banalizando el legítimo acto histórico que los ha querido enaltecer.

Creemos que debemos mirar con cuidado la “decisión de ese noble y justo enaltecimiento”, que no sea tan solo el deseo honesto, emotivo y legítimo por demás, de quien “decide” proponer tan significante acto.

     
Quizá las buenas intenciones que buscan reconocer la labor patria de muchos coterráneos que un día partieron, posiblemente sea enaltecida con la misma simbología, tradición y ritualidad, la cual muchos de ellos y ellas en su tiempo de forja combatieron y mantuvieron distancia.

Pensamos que muchas veces se sigue legitimando el centralismo, ese que honra a uno que otro prócer nacional si se trasladan sus restos a la capital y no en su lugar de origen ¿por qué no hacerlo en su estado natal donde forjó sus luchas y donde tiene tal vez una alta significación con su propio suelo, formando parte vital de su imaginario local?

Por otro lado, sabemos del enorme y sistemático deterioro de la mayoría de los camposantos, tanto en el área metropolitana como en las distintas regiones del país, donde muchas veces cuesta acceder a ellos por la peligrosidad que representan y por el terrible olvido en el que se encuentran, sabiendo que en su suelo reposan los restos de seres queridos para muchos compatriotas, dignos y valerosos, así, la memoria viva de quienes en su tiempo de luchas hicieron enaltecer sus lugares de origen.

Decimos con humildad, claridad y mirada crítica, que la “decisión” de vindicar a cualquier venezolano o venezolana que por sus méritos lo merezca, debe responder a un amplio estudio simbólico y a un cuidadoso análisis de la realidad regional y nacional, de las dificultades y nubarrones cotidianos que subyacen, que no termine por ser apenas un suceso sin fuerza que no logre sembrarse e imponerse en el imaginario colectivo nacional.

Cuidemos la memoria, no banalicemos la vivificante tarea de recordar.


Andrés Castillo






martes, 7 de marzo de 2017

La Siembra de Alí

Junto a Carmen Adela y en su Paraguaná

                                           Fotografía: Andrés Castillo


“Yo amo entrañablemente a Falcón, sin ningún tipo de demagogia ni de halago al falconiano, no hay mayor alegría para mí, que cuando agarro de Morón pa cá y saber que vengo para mi tierra, aquí tengo todo mi centro, de lo que soy, de mi vida”.
Entrevista con Héctor Hidalgo Quero, 1983


El pasado 16 de febrero se cumplieron 32 años del “cambio de paisaje” de nuestro cantor, la fecha de su siembra se efectuó el 18 de febrero de 1985 en el Cementerio de Santa Elena ubicado en Punto Fijo, bajo el cielo despejado de su tierra paraguanera, la de Mamapancha, Tío Juan y el “tocayo” Alí Brett Martínez, cuna y razón de su canto multiplicado y florecido.

Como cada año, ya algo más de tres décadas, el pueblo venezolano hace el mismo recorrido que una vez realizara con su cantor en hombros para llevarlo hasta su siembra definitiva, a los “cuatros metros” de su tierra liberada, en la xerófita, poética y amada Paraguaná de sus desvelos.

Es imposible no recordar a Carmen Adela Rosell la madre que lo dejara luchar, amar y desandar la vida, corta por demás, pero profunda como sus luchas e ideas “quiero que me escuchen, quiero que me entiendan…”, sigue brotando la canción de la tierra cada vez que su pueblo padece y sufre arteramente.

Desde los primeros días de su partida, su hermosa y tierna madre fue construyendo con sus propias manos la siembra natural que hiciera florecer una mata de trinitarias como la de la canción Paraguanera, así, flores de buenas tardes, gallitos rojos y tortugas, que siempre animaron las luchas del hijo poeta, sirvieron para acompañarlo ahora bajo la “luna inmensa”.

La silvestre morada fue recibiendo cada año los pasos y cantos de quienes en los tiempos del olvido oficial hacían el recorrido, unas veces con poca afluencia, pero siempre puntual el puño en alto y la conciencia clara por las ideas del cantor, Raúl Primera, Ely y Mireya Padilla, desde siempre ahí, junto a otros corazones, haciendo posible la marcha que hoy sigue su paso.

Fue pasando el tiempo y la mata de trinitarias creció contenta, las horquetas que la sujetaban un día se vinieron abajo, con humildad y militancia coloqué unos primeros soportes de hierro, pintados de amarillo, azul y rojo en aquellos tiempos donde nuestra bandera era todavía subversiva, mucho más adelante Alirio Riera y su esposa Aleida, idearon junto a un grupo de artistas falconianos construir el lugar que hoy resguarda la siembra del cantor junto a su madre y al querido sembrador de semerucos Héctor Primera “Bagueto”, hermano amado del panita de todos.

La marcha de los claveles siguió su rumbo, después de 1999 el apoyo institucional ayudó mucho para que la marcha recibiera una mano amiga para su conservación y la construcción posterior de la Casa Museo, creación inicial de Carmen Adela en su humilde casa familiar, quien como nadie sabía ubicar, acompañada por el cronista del cantor Héctor Hidalgo Quero, cada ofrenda que “el pueblo de mi hijo” como solía decirnos, le traía desde lejos.

El pueblo noble, sencillo y anónimo siempre ha estado ahí, presente y militando junto a su cantor, pasando muchos soles y ventarrones, pero nunca ha faltado quien instale su falsa escalera itinerante para trepar torpemente sus propios intereses nombrando el canto sin comprender el camino que alimentó su lucha, el cantor del pueblo sigue airoso, enfrentando el paso del tiempo, vital y vivo como la verdad que dejó en su canción.

Alí amó profundamente a la tierra paraguanera, innumerables testimonios conservamos donde el cantor deja constancia de su apego a la tierra, a la sencillez de sus caminos, a la sencilla y silvestre vida que fue el mejor maestro de su canto, el que nos dio agradecido.

Han pasado 32 años y aún pareciera que hay quien no entiende el llamado de Alí, “vuelve a tu canto de turupial, que hay semerucos allá el cerro y un canto hermoso para cantar”, es el llamado del cantor a mirar otra vez al campo, a la siembra, a la bucólica vida que no hay que encementar innecesariamente, aunque nos cerque la hosquedad por todas partes.

En “Zapatos de mi conciencia” nos habló de su credo, y en “Canción Bolivariana” nos trajo a Bolívar y lo puso a caminar con los descamisados, fuera de protocolos y tiesos discursos.

Hoy como ayer su pueblo anda lidiando con tantas injusticias, precariedades, tristezas y vilezas. Hay tantas maneras, así como luchas para ofrendar a Alí, una de ellas es estar ahí, al lado de las penurias de su gente, para que por lo menos sus paisanos no tengan que seguir “gastando madrugadas por una lata de agua” o con su amada alborada que sigue en tardanza, pero “habrá mañana” y alguna canción de buena serenata.

Así mi palabra en alerta:

En la contraportada del primer disco de su hermano José Montecano, Alí escribía: “Hay que saber dónde espantan para pasar rezando”,  en función a ello digo que la siembra de Alí debe seguir junto a su madre y en su tierra paraguanera, para que “la marcha de los claveles rojos” siga teniendo sentido y razón, ojalá no tengamos que pedirle prestados sus versos para decir con él: “que buena vaina Paraguaná” o el de la Falconía: “Ah mundo Bagueto, sembrador de semerucos, ayúdanos mirá, que no nos quiten el cerro” ni la siembra fértil que brota de la tierra de tu hermano.


Andrés Castillo
Profesor Universitario
Escritor

castillete7@gmail.com