Dos poemas de Andrés Castillo
Terquedad
a paz labrada
La flor que brota en el cemento
airosa al viento de la vida,
la luz que sale del silencio
del último surco de la herida.
El árbol que agita su follaje
el beso que busca su anidar,
el niño que chupa de algún seno
la vida que el llanto a de anunciar.
El pájaro que canta en las ciudades
venciendo ruidosa indiferencia,
el viento que besa las mejillas
de los enamorados que comienzan.
El anciano que mira un tiempo muerto
pidiendo más tiempo para andar
la madre que pare las lloviznas
el canto que brota de la mar.
La herida que sana en las caricias
del mundo que debe continuar
los muertos de siglos olvidados
del odio que debe terminar.
Todo es un cantar a la esperanza
todo es florecer y continuar
todo es un comienzo que no acaba
si juntos soñamos que es verdad.
La paz de la raza que agoniza
la paz de la tierra que se va
la paz que los hombres necesitan
la paz que te nombra humanidad.
Letanía
para la paz
Nosotros que caminamos siglos
junto a la historia de la humanidad,
que inventamos el arado y la rueda,
que construimos los telescopios.
Nosotros que admiramos el placer de navegar
que dejamos huellas en cavernas
milenarias
que descubrimos el sueño de volar,
y nos enamoramos del sonido de los
caracoles.
Nosotros que inventamos la escritura y el
arte
que aprendimos a sacar música del tronco de
los árboles,
y supimos del amor nacido en la piel de
los luceros
nosotros.
Pero también nosotros
que olvidamos pedir permiso a la naturaleza
para tomar los frutos de su vientre,
que inventamos el arco y la flecha
que construimos murallas y cañones
que fabricamos tanques y arcabuces,
que aprendimos a torturar a nuestros
semejantes,
que repudiamos el valor de la vida y de la
muerte
y se nos olvidó mirar al suelo, al cielo y
a los ojos.
Nosotros, la raza mayor, la de la era nuclear.
Si no aceptamos que perdimos, que debemos
cambiar
seremos sólo un recuerdo, en el transitar silente
de la cucarachas.
Poemas de Andrés Castillo