Encuentro

PALABRAS,SILENCIOS,AMORES, COMBATES, TRIUNFOS Y DERROTAS, NOSTALGIAS, AUSENCIAS.
DE FLORES Y BALAS COMO LA VIDA.
Poética existencia. Vida poética.

jueves, 31 de mayo de 2018

Crónica de viejo cine


En el año 2016 el querido y siempre presente Víctor Hugo Bolívar Graterol me pidió que escribiera una crónica para  un trabajo que estaba realizando, el cual estaría conformado por crónicas de varios escritores falconianos,  lamentablemente el tiempo y la mala hora no permitieron que su compilación saliera al aire de nuestra tierra. Hoy y siempre le recordaremos con el mismo amor con el que volvemos al camino de la Paraguaná que nos recorre, nos habita y despeina el alma.




Volver al camino desde la Pantalla Grande


“Nadie es quien para morírseme”.
Leopoldo Castilla




Muchos años estuve siguiéndole la pista a una película filmada en nuestra tierra paraguanera en 1974, bajo la dirección de Daniel Oropeza, con las actuaciones protagónicas de la recordada y hermosa actriz Pierina España y el actor Rafael Rodríguez.
La búsqueda se tornó para mí en un compromiso con los recuerdos más queridos de la infancia, razón por la cual me llevó a rastrear por infinidad de instituciones dedicadas al cine nacional, buscando dar con la obra completa y en el mejor estado, para poder quizá encontrarme otra vez con aquellos largos relatos que mi padre, en innumerables oportunidades rememorara con certera precisión.
Desde muy niño me gustó atesorar recuerdos, memorias, anécdotas e imágenes, quizá de allí me viene el amor por la historia pequeña, la que se escribe muchas veces ignorada en algún cuadernillo del corazón o la que nunca se cuenta, pero vive.  Desde niño también cultivo el apego por las antigüedades, por conservar el más insignificante papel, hasta vetustos artefactos y muebles, que sin lugar a dudas guardan dentro el paso del tiempo, vida y huella de una época, de un país, de algún ser humano que a raudales ha escondido en ellos inolvidables anhelos.
Mi padre llegó a Paraguaná como muchos otros hombres y mujeres, quienes, buscando un trabajo digno a la vez de aminorar la pobreza y exclusión a la cual estuvo sometida las zonas campesinas después del auge de la explotación petrolera en una Venezuela que pasó vorazmente, de una cultura agrícola, bucólica, a otra, donde el casco de hierro, los pantalones de color "kaki" y los zapatos de seguridad se convirtieron en uniforme e identificación.
De la Sierra coriana llegó mi padre.
Nunca pudo ser empleado petrolero por culpa de un accidente en uno de sus brazos, sufrido en tiempos de su niñez, en aquella época sin médicos rurales ni hospitales cercanos, debió padecer los ungüentos del fiero sobador, que con ron de culebra y fuertes masajes intentaba poner en su lugar, ya no la carne “huía”, como solían decirle nuestros abuelos, sino los huesos de la triple factura que hiciera temblar y llorar de dolor, no tan sólo al niño, sino a quienes lo escuchaban gritar desde lejos.
Mi padre fue oficial de policía cuando el General Medina Angarita era presidente del país (1944)  y el general León Jurado conservaba todavía su autoridad en el estado Falcon, el  señor Néstor Gutiérrez era su jefe inmediato, más tarde laboró como chofer de autobuses de los primeros transportes colectivos que hacían la ruta al personal obrero de las refinerías de la Paraguaná petrolera, en la empresa del Sr. Víctor Fuguett, para más tarde pasar 25 años de su vida en la Vieja Línea Azul del Sr. Manuel Felipe Gamero, ubicada todavía en la Avenida Ollarvides,  como jefe del aseo urbano de la naciente ciudad.
Me gustaba mucho montar la vieja camioneta Chevrolet Apache año 59 de color azul que manejaba mi padre y más aún, hacer el largo viaje de entonces, desde la conocida hoy como Puerta Maraven, pasando por la curva de Sabino, donde hoy se ubica el distribuidor de entrada a nuestra ciudad, hasta llegar al Cardón, por una sola carretera muy angosta, esa era la ruta entretenida de aquel largo viaje (años 70) que de vez en cuando hago placentero en mis recuerdos. De ahí pasar al viejo relleno sanitario, donde por vez primera supe de la pobreza extrema y la miseria, con niños rodeados de moscas, peleando el desayuno con zamuros y perros callejeros.
Todas las semanas hacía con mi padre ese recorrido, entre calles de tierra, mil historias y vivencias.
Recuerdo la enorme casona llamada La Galera (monte adentro), La Perla Cubana y el viejo arco de la Federación ubicado cerca de la Urbanización Las Margaritas, estructura enorme decorada con conchas marinas, era una de las pocas estructuras con aires arquitectónicos de una ciudad que no tiene entre sus amores el resguardo de su pasado ni el valor por su patrimonio.
En algunos de esos viajes de regreso a casa, después de andar por el Cayúde o Santa Ana, pasábamos frente a un viejo bar, ubicado a unos kilómetros antes de entrar a la ciudad de Punto Fijo, llamado “Los Arcos”, era un extraña construcción retirada de la carretera, de paredes bajas con techos de zinc, en semi círculo, que se tornaban llamativos a mi joven e inquieta mirada.
Cada vez que desfilábamos por aquel enigmático lugar, mi padre relataba:
-          Ahí se grabó una película, “Maracaibo Petroleoum, Company”, con Pierina España. Y ahí salías tú, tomándote un refresco, desnudito en "pelotas".
Relataba mi padre como proyectando cada escena con entusiasmo y alegría, terminando siempre al decir:
-          ¡Unos pistoleros entraban al final y acababan con el baile!
Un día después de tanto indagar di con aquella obra cinematográfica, cuando la tuve entre las manos parecía que estaba a punto de encontrarme otra vez con las palabras de mi viejo, tantas veces compartidas conmigo y la brisa hermosa de nuestra amada Península.
  Me instalé a verla en formato (betamax) como quien asiste por primera vez a un viejo cine, y de repente mi sorpresa, transitaban ante mis ojos infinidad de recuerdos y personas queridas ya desaparecidas. Al principio del film, un relato documentado de la pobreza y miseria de las comunidades cercanas a los campos petroleros, luego una vieja camioneta Wolswagen invitaba por medio de un parlante y en nombre del partido del pueblo al casamiento colectivo, en ella la Sra. Miguelina Márquez, una de las primeras locutoras de Venezuela, figura muy conocida en nuestro estado, con ella el querido  Rogelio Lugo Villa (periodista y locutor), quien peleara el amor de Pierina España con el protagonista de aquella obra cinematográfica, así se asomaban caras conocidas, la Sra. Nelly Oduber de Quevedo, Eduardo Isea Borjas y por supuesto mis padres, quienes formaban parte de una de las tantas parejas que asistirían como elenco del matrimonio colectivo que se tendría que escenificar.
Aquella película nos muestra la vieja Península y los inicios de la explotación petrolera, los comienzos de la lucha sindical, las dadivas de los viejos partidos, el mundo turbio y teatral de los ya extintos botiquines de rockolas y amoríos lúgubres, con ellos un país que no es el mismo, pero que navegó horrorosamente entre la miseria pavorosa, los nuevos modos de convivencia y el tráfico de combustible, víctima de la explotación trasnacional.
Los hermosos relatos de mi padre sobre la tierra que tanto amó, hace ya muchos años que se estacionaron en mis inexpugnables querencias. 
 Punto Fijo ha cambiado mucho desde entonces, sobre todo en la sencillez, ingenuidad y tranquilidad de sus habitantes, el fuego del mechurrio sigue combatiendo con la brisa incasable de nuestro suelo noble, hoy, nuevos molinos con aspas enormes (energía eólica) parecieran regresarnos los viejos sueños del quijote Ibrahim López García, los de Pedro Amaya y los de tantos soñadores, los nuestros.
La vida no siempre es una película, pero gracias al arte, al teatro y al cine, hoy podemos volver al camino de la niñez, ahora desde la pantalla grande.

Andrés Castillo
Caracas 26 de enero 2016




martes, 8 de mayo de 2018

Tejido en silencio





La patria que quiero
como a una Waja Yekuana
habrá que irla tejiendo.

Otra vez
desde el comienzo.



Poema de Andrés Castillo

domingo, 6 de mayo de 2018

Mi casa de nostalgia





Te contaré de mi casa,
es fácil dar con ella
siempre canta un cristofué en las mañanas
y una nube de anhelos la cumbre de nostalgias.

Mi casa es serena y callada,
pero no mansa,
una trinitaria decora su fachada
y una puerta de viento custodia los insomnios
que suben cual trepadora por las ventanas.

Ahí está mi casa
es fácil dar con ella.

Cuando te acerques guarda silencio
y escucharás como canta
la canción del beso y la esperanza,
la de la mano amiga sin tardanza.

Una campana vigila su puerta
y cuando la calma hace la siesta
ella suena desesperada,
no le gusta el silencio a mi casa
ni las mentiras
ni las falsas pisadas.

Un manojo de llaves juega a los ecos con el viento
y sonajera se vuelve a media tarde,
y canta, canta siempre sin alardes.

Adentro duermen radios viejos
fotos, cruces y recuerdos,
hay libros por todas partes y versos
en cada esquina hay un cuenta cuentos
un mago, máscaras e inciensos,
mil sombreros con los que me cubro del tedio
y palabras, palabras para ahuyentar deshonestos.

Pero aun así mi casa está sola, faltan ellos
los amores que de pronto partieron,
el aroma del café
se fue escondido en sus cabellos
y el dulce de las galletas
olvidó como besan los labios
y el te quiero.

Tendida sobre la cama está mi guitarra
silente y dormida,
aguarda el amor de rasgar la vida
de soñar la luna, de curar heridas
cuando vuelvan un día
los nobles amores que la comprendían.

Ya lo saben,
Ahí está mi casa
sembrada al pie de una montaña
donde cada tarde baja silente:
la neblina, el frio y mil nostalgias.



Poema de Andrés Castillo