Junto a Carmen Adela y en su Paraguaná
Fotografía: Andrés Castillo
“Yo amo
entrañablemente a Falcón, sin ningún tipo de demagogia ni de halago al
falconiano, no hay mayor alegría para mí, que cuando agarro de Morón pa cá y
saber que vengo para mi tierra, aquí tengo todo mi centro, de lo que soy, de mi
vida”.
Entrevista con Héctor
Hidalgo Quero, 1983
El pasado 16 de febrero se cumplieron 32 años del “cambio
de paisaje” de nuestro cantor, la fecha de su siembra se efectuó el 18 de febrero
de 1985 en el Cementerio de Santa Elena ubicado en Punto Fijo, bajo el cielo despejado de su tierra paraguanera,
la de Mamapancha, Tío Juan y el “tocayo” Alí Brett Martínez, cuna y razón de su
canto multiplicado y florecido.
Como cada año, ya algo más de tres décadas, el pueblo venezolano
hace el mismo recorrido que una vez realizara con su cantor en hombros para
llevarlo hasta su siembra definitiva, a los “cuatros metros” de su tierra liberada,
en la xerófita, poética y amada Paraguaná de sus desvelos.
Es imposible no recordar a Carmen Adela Rosell la madre
que lo dejara luchar, amar y desandar la vida, corta por demás, pero profunda
como sus luchas e ideas “quiero que me escuchen, quiero que me entiendan…”,
sigue brotando la canción de la tierra cada vez que su pueblo padece y sufre
arteramente.
Desde los primeros días de su partida, su hermosa y
tierna madre fue construyendo con sus propias manos la siembra natural que hiciera
florecer una mata de trinitarias como la de la canción Paraguanera, así, flores
de buenas tardes, gallitos rojos y
tortugas, que siempre animaron las luchas del hijo poeta, sirvieron para acompañarlo
ahora bajo la “luna inmensa”.
La silvestre morada fue recibiendo cada año los pasos y
cantos de quienes en los tiempos del olvido oficial hacían el recorrido, unas
veces con poca afluencia, pero siempre puntual el puño en alto y la conciencia
clara por las ideas del cantor, Raúl Primera, Ely y Mireya Padilla, desde
siempre ahí, junto a otros corazones, haciendo posible la marcha que hoy sigue
su paso.
Fue pasando el tiempo y la mata de trinitarias creció
contenta, las horquetas que la sujetaban un día se vinieron abajo, con humildad
y militancia coloqué unos primeros soportes de hierro, pintados de amarillo,
azul y rojo en aquellos tiempos donde nuestra bandera era todavía subversiva,
mucho más adelante Alirio Riera y su esposa Aleida, idearon junto a un grupo de
artistas falconianos construir el lugar que hoy resguarda la siembra del cantor
junto a su madre y al querido sembrador
de semerucos Héctor Primera “Bagueto”, hermano amado del panita de todos.
La marcha de los claveles siguió su rumbo, después de
1999 el apoyo institucional ayudó mucho para que la marcha recibiera una mano
amiga para su conservación y la construcción posterior de la Casa Museo, creación
inicial de Carmen Adela en su humilde casa familiar, quien como nadie sabía
ubicar, acompañada por el cronista del cantor Héctor Hidalgo Quero, cada ofrenda
que “el pueblo de mi hijo” como solía decirnos, le traía desde lejos.
El pueblo noble, sencillo y anónimo siempre ha estado ahí,
presente y militando junto a su cantor, pasando muchos soles y ventarrones,
pero nunca ha faltado quien instale su falsa escalera itinerante para trepar
torpemente sus propios intereses nombrando el canto sin comprender el camino
que alimentó su lucha, el cantor del pueblo sigue airoso, enfrentando el paso
del tiempo, vital y vivo como la verdad que dejó en su canción.
Alí amó profundamente a la tierra paraguanera,
innumerables testimonios conservamos donde el cantor deja constancia de su
apego a la tierra, a la sencillez de sus caminos, a la sencilla y silvestre vida
que fue el mejor maestro de su canto, el que nos dio agradecido.
Han pasado 32 años y aún pareciera que hay quien no entiende
el llamado de Alí, “vuelve a tu canto de turupial, que hay semerucos allá el
cerro y un canto hermoso para cantar”, es el llamado del cantor a mirar otra
vez al campo, a la siembra, a la bucólica vida que no hay que encementar innecesariamente,
aunque nos cerque la hosquedad por todas partes.
En “Zapatos de mi conciencia” nos habló de su credo, y en
“Canción Bolivariana” nos trajo a Bolívar y lo puso a caminar con los descamisados,
fuera de protocolos y tiesos discursos.
Hoy como ayer su pueblo anda lidiando con tantas injusticias,
precariedades, tristezas y vilezas. Hay tantas maneras, así como luchas para
ofrendar a Alí, una de ellas es estar ahí, al lado de las penurias de su gente,
para que por lo menos sus paisanos no tengan que seguir “gastando madrugadas
por una lata de agua” o con su amada alborada que sigue en tardanza, pero “habrá
mañana” y alguna canción de buena serenata.
Así mi palabra en alerta:
Así mi palabra en alerta:
En la contraportada del primer disco de su hermano José
Montecano, Alí escribía: “Hay que saber dónde espantan para pasar rezando”, en función a ello digo que la siembra de Alí
debe seguir junto a su madre y en su tierra paraguanera, para que “la marcha de
los claveles rojos” siga teniendo sentido y razón, ojalá no tengamos que
pedirle prestados sus versos para decir con él: “que buena vaina Paraguaná” o
el de la Falconía: “Ah mundo Bagueto, sembrador de semerucos, ayúdanos mirá,
que no nos quiten el cerro” ni la siembra fértil que brota de la tierra de tu hermano.
Andrés Castillo
Profesor Universitario
Escritor
castillete7@gmail.com