En la puerta de mi casa amanece un loco,
ahí está, metiendo trozos de periódicos y ramas por la
ranura del portón, los perros ladran, la calle es un bullicio.
Fuera de mi casa está un loco, ajeno al mundo, divirtiéndose.
Lo he visto, tenía la luna en una caja, la lluvia de la
madrugada en viejas latas, creo que guarda en
su pecho toda la noche helada que ha dormido. Me ha mirado y sigiloso me pide que me aleje de su almohada.
En la puerta de mi casa amanece un loco, tranquilo, se
divierte.
Aquí dentro, la cordura es una cárcel, cumpliendo el ritual
demente de lo cotidiano.
De Andrés Castillo