A Mariana, guitarra cantora que puebla el Ávila.
En el borde del silencio
voy dejando mis tristezas
tu canción
llega poblando
las esperas que son horas.
Dijiste en un verso
el siglo ansiado de algún beso,
la palabra que no sale
el poema que se ahoga
en el llanto del deseo.
Canción que nombra
al cuerpo
a la vida
embriagada de palabras,
como los labios
sin los pezones del sueño.
Canción que canta al roce
de los desvelos
que aletea
con las manos
vacías de la piel sagrada
del tiempo.
La botella se quedó
rendida,
mientras la chimenea
se bebió la noche
que ha perdido
la última mano
con el sexo
que bien nos consume.
La mujer
que ama
se tarda,
no llega
quizá
se ha enredado
en las seis cuerdas
gitanas
de tu risa.
La canción
vuela a tu guitarra,
y José Alfredo Jiménez
está de jarana,
la Chavela hermosa
a carcajada limpia
te nombra en las nostalgias
de algún bar
que no ha cerrado
y sin derribo
expulsando la lujuria
del beato
que agoniza.
La mujer trovada
me busca en tu rima
mientras yo
te digo
canta
canta compañero
canta
que el amor
regresa
y en un reloj de arena
se llega al mar
de los recuerdos.
Aute nos aguarda
en las alas de un poema
que volando
se pierde en la montaña
del adiós
sangrado
de misterios
humanos.
La mujer trovada
está conmigo,
amada
de risa y canto,
entre vinagre y rosas
se vuelve canción
desnuda
canción
que en tu canto
se desgarra.
Amanece Joaquín
tu canción
nos acompaña.