“Mi pueblo cada día
se limpia y purifica
no ha habido trago amargo
que mate su alegría”
Alì Primera
Las palabras están siempre demás ante el dolor de quien lo sufre, ante los ojos de quien derrama las lágrimas de los amores idos.
Nuestra tierra despertó asustada, confundida, la tranquilidad que la caracteriza se volvió miedo y tristeza, dolor, muerte e impotencia.
Quienes hemos nacido en Paraguanà, quienes a pesar de agarrar camino a otras tierras, nunca hemos dejado de ir a besar sus arenas cada mes, cada día, cada tiempo que la vida nos llama, a sembrar con poemas y cantos las arenas resecas y su mar bonito, nos duele la tierra-gente, porque en Paraguanà nos hemos quedado aunque andemos en otros caminos.
Nuestros pasos allá marchan.
Nuestra madre, nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestro cielo, están en la Península amorosa y siempre noble, que nos recibe con agrado.
Cuando la noticia nos despertó en la madrugada, nos quitaba también la tranquilidad y a pesar de estar lejos del horror, sentíamos la impotencia de saber que nuestra gente más cercana estaba asustada y en peligro, muy cerca del miedo.
Son tantas cosas que pudiésemos decir, pero todo es vacio ante la magnitud de esta tragedia, del horror de quienes murieron en nuestro suelo, en ese suelo que tanta risa y tanta vida nos ha dado.
Paraguanà ha sobrevivido cantando siempre, amando siempre, Paraguanà es la tierra de la esperanza, es la tierra de la brisa inacabable, del mar inmenso que se extiende hacía el Golfo, allí nació el canto de Alì, la crónica del tocayo y cronista Ali Brett Martínez, la risa de Juan Felino, las muñecas de Moruy con sus sillas de cardones, ahí nacerán otra vez los poemas de quienes se fueron amando su tierra, su sol y su brisa.
Silencio mi voz porque nada vale ante el sufrimiento del que hoy lo padece, pero lanzo desde aquí mi terca esperanza que algún Chuchube vendrá a cantar otra vez por la vida de los que hoy partieron.
En su vuelo van sus sueños.
Andrès Castillo
Nota: (Amuay, nombre de los indios Caquetìos que significa: "Región de los vientos y de las aguas encontradas". En esa zona vivieron la tribu de Los Amuayes, quienes conformaban gran parte de la región peninsular con los indios Moruyes.)
(Simón Petit, del poemario: Bajo la grúa sobre el andamio, 1999)
Sobre el Andamio
Aquí hace algún tiempo
retozaban los pájaros
de rama en rama.
Habitaba la serpiente sonora
y el saurio hambriento.
las cabras solían posarse en el risco
a contemplar el mar de Paraguaná.
Pero llegaron hombres de blanca piel
y amarilla testa
buscando petróleo, mar profundo y tierra firme.
Entonces hicieron
esta pequeña Manhattan
que vemos desde la casa
o desde cualquier punto lejano
cuando la noche es más oscura.
A partir de ese momento todo ha cambiado.
Y el cielo azul que fue un día
ahora es sólo cielo
para el contraste de los humos.
La mañana vaporosa es costumbre de estos lados.
También las oraciones
pidiendo salud por los hijos y esposos.
Clemencia a Dios para que falle la refinería
y así poder trabajar.
Maldita contaminación
que alimenta a mi familia.
II
El sonido del fuego
En lo alto del mechurrio:
Como un tigre.
Todo es silencio
Y todo es mechurrio.
Candela suspendida.
Candela despeinada.
Humareda densa
Que envenena nuestro sueño.
(Víctor Hugo Bolívar, del poemario Mi reino de tierra seca, 2011)
Martiniano
Oscurece
Sin aviso.
Un poeta saltó
La talanquera,
Vienen aguas
Hacia el mar
De Amuay,
Despidiendo
La noche
Que aquel hombre
Inventó tantas veces.
Homenaje
Rindo homenaje
a estos cardones,
mucha gente
los mira
con desprecio,
añoran
las orquídeas,
gente ignorante
que no ha mirado a un chivo
y a un campesino
chupando sequía.
(Camilo Hurtado Lores, del poemario: Poemas de la Luz y la Oscuridad. 2012)
Destellante
Los cardones siempre serenos,
sin arrugar su frente,
aliados del cují y el dividivi,
imponentes en su ancestral figura,
destellantes en los asolados mediodías,
firmes ante las lluvias de arenas
y la sal en la indomable brisa.
Así ere tú,
Mujer paraguanera.
(Carmelo Duarte, del poemario Paraguanà en Crepúsculo, 1977)
La Tarraya de un pescador de Amuay
¡Para qué quieres, hombre, la tarraya!
Este mar de tu vida costanera,
Sólo puede ofrecerte, de lo que era,
Camisillas de sol, de viento y playa.
Más, como tú, no hay nadie que no vaya
En busca de alas a la primavera:
Una ilusión sublime y pasajera,
Lucero que en la frente se desmaya.
Al mirarte mejor, dolido advierto
Que no eres un poeta, sino un muerto;
Que en las mallas están tus ojos fijos
Como los del que teje algún poema;
Y pienso: ¡cuánto vale y cuánto quema
El inmenso poema de los hijos!…
(Olimpo Galicia Gómez, del poemario: Mi Península, 2008)
Del suelo de mi Península
Brota un mechurrio
Que alimenta de fuego
Al santo cielo.
El sumo de su entraña
Se va en un
Super tanquero.
Los rostros obreros
Vuelven a la calle
Salpicados con olor
A Diablo.
Y una inmensa mole
De acero
Refina huesos ancestrales
Desde mi Península.
(Hugo Fernández Oviol, del poemario Antología Poética, 2000)
El viento de Paraguanà
El viento de Paraguanà
Es un soplo del inferno
Que quema
El rostro de los árboles
Que evapora, afila,
Y siembra el alma
Partículas cortantes
De sal, que retuerce la luz
Y hace que la piel
Del aire
Se resquebraje
Y se retracte;
Y, sin embargo,
Cuando pasa a tu lado
Es un tierno cachorro
Que lame tus manos,
Una ovejita que baila
En tus suspiros
Una caricia
Que se desmaya
En la playa.
(Héctor Hidalgo Quero, del poemario Segunda Luna, 1986)
El arco roto
El arco roto de tu frente
Me fue dictando el perfil de la muerte.
Te leí el testamento
Que heredaban tres lámparas
Par encender la vida.
El arco Roto de tu frente
Te llevò al camino
Que separa la surte de seguir viviendo.
(Andrés Castillo, del Poemario Déjenme decirle algo, 2007 )
TE REGALO MI TIERRA
Te regalo mi tierra mujer
entre las manos que acarician tu cuerpo
te regalo su mar y sus estrellas
sus canoas tristes solitarias
con sus pescadores de piel tostada
echados de la orilla por depredadores furtivos
que odian el mar y su cielo libre.
Te regalo todo este cardonal
pintado con el color de mis ojos
sus Turpiales, sus Chuchubes
las Garzas de colores
entre Manglares que aún resisten.
Te regalo el Bisure asustadizo
con sus piedras y escondites
te regalo las casas viejas de mi pueblo,
en ruinas y otras que se salvaron
del holocausto postmoderno.
Para ti mujer
que me acompañas sin preguntar
que te dejaste llevar sin miedo y con pasiones
hasta el lugar donde los luceros se ahogan en las noches.
Te regalo toda mi tierra mujer
porque toda nos pertenece
más allá de los aderechados
de los títulos
y los registros
de las vallas asesinas de horizonte
y de los ruidos foráneos
que ahuyentaron el cantar de la chicharras
y las salves y los violines
el tejer de las hamacas
y el rezo de los viejos.
Toda esta tierra nos pertenece.
Te regalo todos los pueblos
que te miran al pasar
con sus nombres indígenas
sonoros, fugaces
con mil historias hambrientas
con el vendaval que nunca llega
con su esperanza de siglos
con sus largos caminos.
Porque las Cumaraguas son nuestras
Miraca y el Cabo de San Román
porque bajo su cielo
y en sus noches te he amado mujer.
Te regalo mi tierra
con su esperanza iluminada
como el sol que la quema
a ti que me acompañas por sus senderos polvorientos
por sus veredas y por todos sus lamentos
te regalo esta tierra ancha y nuestra
te regalo la brisa fría de San José de Cocodite,
con su barba de palo y su reserva ecológica.
Te regalo mujer algún crepúsculo
alguna luna cayendo sobre tu pelo
algún rocío de trinitarias
de bucares y de albahacas
de mariposas grises y de mañanas claras
a ti mujer
que tienes la dimensión exacta de mis sueños
como esta tierra tiene la dimensión exacta de mi suelo.
Te regalo
esta tierra mujer
con sus chivos escasos y sus pozos secos
con sus poetas y cantores
escudriñando momentos
disfrutando las noches
maceradas en recuerdos.
Te regalo las arrugas de los viejos
con sus historias y cuentos
y la brisa fuerte
que abraza tu cuerpo
Toda esta tierra es tuya mujer
porque aquí me diste un hijo
porque aquí nació el comienzo
de lo que un día soñamos
de los que vamos viviendo.
Te regalo mi tierra mujer
con su canción mansa
con su bravo pueblo
con la lucha intacta por un mundo nuevo.
Te regalo la tierra
donde sembré a mi padre
donde una tarde vi crecer
muy adentro de mis ojos
el árbol cruel del dolor
agigantando follajes.
Te regalo mi tierra mujer
con su tiempo nuevo
que le va robando
su mejor vestido
su vestido viejo.
Toda esta tierra es tuya mujer
porque tuyo son mis ojos
que guardan todos los lugares
donde invento el mundo
donde rompo furias
donde planto vuelos.
Te regalo mi tierra mujer
para que vivas conmigo
para que siembres tus pasos
para que nazcan de nuevo
las promesas que un día
te entregue entre luceros.
Te regalo mi tierra mujer
y con ella una estrella de mar
una flor sin nombre
un canto valiente
un istmo de besos
que me acerque a tu cuerpo.
Te regalo mi tierra.