Encuentro

PALABRAS,SILENCIOS,AMORES, COMBATES, TRIUNFOS Y DERROTAS, NOSTALGIAS, AUSENCIAS.
DE FLORES Y BALAS COMO LA VIDA.
Poética existencia. Vida poética.

sábado, 28 de mayo de 2011

Poesía en Twitter de Luis Eduardo Aute




Que me hayas amado tan profundamente me diò la fuerza. Haberte amado tan profundamente me diò el coraje....

En realidad, la poesìa no es de quien la escribe, sino de quien la necesita...

No existe amor en paz. Suelen ser sus compañeros, agonías, éxtasis, alegrías intensas y tristezas extremas. Montaña rusa del alma....

Por el amor de solo una rosa, el jardinero es esclavo de mil espinas..........

Lo más frustrante de ser viejo es que ya sabes todas las respuestas pero nadie te pregunta....

Ser feliz consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar.....

El amor no tiene cura, pero es la única medicina para todos los males

Quien no tenga sueños, que se disponga a tener dueños....

La mujer perdona las infidelidades, pero no las olvida. El hombre olvida las infidelidades, pero no las perdona......

No necesitas coraje para el instante en que eres golpeado, sino en la larga ascensión de regreso a la fe, la seguridad y la esperanza..

Creì haber comprendido que habìa un camino a recorrer sin ti. Hoy te vi y me has sonreido. Lo estropeaste todo....

Sin ti, me resulta dificultoso vivir conmigo.........

Tu quieres que te olvide, pero se te olvida que te quiero......

Ámame cuando menos lo merezca, ya que es cuando más lo necesito.....


Tomado sin permiso del autor de los Twitter de:

Luis Eduardo Aute


De su Disco Intemperie
Luis Eduardo Aute

Escepticismo, desesperanza, paradoja, duda y sus múltiples referencias literarias y cinematográficas se entrelazan en las 14 canciones que forman su nuevo trabajo de estudio. ‘Intemperie’ salió a la venta a mediados de noviembre de 2010.



Luis Eduardo Aute es un cantautor, pintor y director español. Poeta y trovador de causas, azares y luchas.

lunes, 23 de mayo de 2011

Debo ser feliz



Debo ser feliz, porque aun sin oro,
hace tiempo que no lloro
y me levanto entre viril y enhiesto.
Debo ser feliz porque aunque vi jugar a Capiro,
si hay un dueño de ese mes de abril,
ese soy yo, que sueño
Colecciono sus consignas cual si jubileos,
y hasta a veces creo que me las creo

Debo ser feliz pues con mi facha,
me amanece una muchacha
que en las noches se me viste de ciclon
Debo ser feliz, porque en la ducha, todo cuanto es
coger lucha, lo condeno a ser espuma de jabon
y hasta me siento gigante
entregando el cuerpo a combustion
Se que cuando acabe el almanaque
aun sere un gran soñador, soñador.

Debo ser feliz porque me engancha
que la gente que se marcha
de nostalgia se le encharca el corazon
Debo ser feliz porque de inventos que me ingenio,
me sustento facilmente sin sentirme tan terriblemente ladron
Y en la logica de los cien años de perdon,
tengo sintomas del hombre nuevo.
Debo ser feliz, porque aun sin oro....
Debo ser feliz..
Debo ser feliz porque el olor a cafe me calienta la sangre
Debo ser feliz porque jugar cuatro esquinas me sabe a domingo
Debo ser feliz porque me encanta enamorar y apretar en un parque
Debo ser feliz si el culebron noticiero no logra amargarme
Debo ser feliz porque la moda me importa un papel sanitario
Debo ser feliz porque en mis libros me voy sin sacar pasaporte
Debo ser feliz si enemigos y amigos estan de soporte
Debo ser feliz... Debo ser feliz....

Letra y Musica: Frank Delgado e Israel Rojas (Buena Fe)

domingo, 15 de mayo de 2011

El celular de Hansel y Gretel
















Por Hernán Casciari



Anoche le contaba a la Nina un cuento infantil muy famoso, el Hansel y Gretel de los hermanos Grimm. En el momento más tenebroso de la aventura los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los hermanitos habían ideado para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer. Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: “No importa. Que lo llamen al papá por el móvil”.

Yo entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la vida ajena a la telefonía inalámbrica. Y al mismo tiempo descubrí qué espantosa resultaría la literatura —toda ella, en general— si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años. Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción.

Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica, en cualquiera que se le ocurra. Desde la Odisea hasta Pinocho, pasando por El viejo y el mar, Macbeth, El hombre de la esquina rosada o La familia de Pascual Duarte. No importa si el argumento es elevado o popular, no importa la época ni la geografía.

Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica que conozca al dedillo, con introducción, con nudo y con desenlace.
¿Ya está?
Muy bien. Ahora ponga un teléfono móvil en el bolsillo del protagonista. No un viejo aparato negro empotrado en una pared, sino un teléfono como los que existen hoy: con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas internacionales cuatribanda.
¿Qué pasa con la historia elegida? ¿Funciona la trama como una seda, ahora que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, ahora que tienen la opción de chatear, generar videoconferencias y enviarse mensajes de texto? ¿Verdad que no funciona un carajo?
La Nina, sin darse cuenta, me abrió anoche la puerta a una teoría espeluznante: la telefonía inalámbrica va a hacer añicos las nuevas historias que narremos, las convertirá en anécdotas tecnológicas de calidad menor.

Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a que el guerrero Ulises regrese del combate.
Con un móvil en la canasta, Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la llegada del leñador no es necesaria.

Con telefonito, el Coronel sí tiene quién le escriba algún mensaje, aunque fuese spam.
Y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi, gracias al servicio de localización de personas de Telefónica.
Y el chanchito de la casa de madera le avisa a su hermano que el lobo está yendo para allí.

Y Gepetto recibe una alerta de la escuela, avisando que Pinocho no llegó por la mañana.
Un enorme porcentaje de las historias escritas (o cantadas, o representadas) en los veinte siglos que anteceden al actual, han tenido como principal fuente de conflicto la distancia, el desencuentro y la incomunicación. Han podido existir gracias a la ausencia de telefonía móvil.

Ninguna historia de amor, por ejemplo, habría sido trágica o complicada, si los amantes esquivos hubieran tenido un teléfono en el bolsillo de la camisa. La historia romántica por excelencia (Romeo y Julieta, de Shakespeare) basa toda su tensión dramática final en una incomunicación fortuita: la amante finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, y entonces ella, al despertar, se suicida de verdad. (Perdón por el espoiler.)
Si Julieta hubiese tenido teléfono móvil, le habría escrito un mensajito de texto a Romeo en el capítulo seis:

M HAGO LA MUERTA,
PERO NO STOY MUERTA.
NO T PRCUPES NI
HGAS IDIOTCES. BSO.

Y todo el grandísimo problemón dramático de los capítulos siguientes se habría evaporado. Las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían gollete, no se hubieran escrito nunca, si en la Verona del siglo catorce hubiera existido la promoción “Banda ancha móvil” de Movistar.

Muchas obras importantes, además, habrían tenido que cambiar su nombre por otros más adecuados. La tecnología, por ejemplo, habría desterrado por completo la soledad en Aracataca y entonces la novela de García Márquez se llamaría ’Cien años sin conexión’: narraría las aventuras de una familia en donde todos tienen el mismo nick (buendia23, a.buendia, aureliano_goodmornig) pero a nadie le funciona el messenger.
La famosa novela de James M. Cain —’El cartero llama dos veces’— escrita en 1934 y llevada más tarde al cine, se llamaría ’El gmail me duplica los correos entrantes’ y versaría sobre un marido cornudo que descubre (leyendo el historial de chat de su esposa) el romance de la joven adúltera con un forastero de malvivir.

Samuel Beckett habría tenido que cambiar el nombre de su famosa tragicomedia en dos actos por un título más acorde a los avances técnicos. Por ejemplo, ’Godot tiene el teléfono apagado o está fuera del área de cobertura’, la historia de dos hombres que esperan, en un páramo, la llegada de un tercero que no aparece nunca o que se quedó sin saldo.

En la obra ’El jotapegé de Dorian Grey’, Oscar Wilde contaría la historia de un joven que se mantiene siempre lozano y sin arrugas, en virtud a un pacto con Adobe Photoshop, mientras que en la carpeta Images de su teléfono una foto de su rostro se pixela sin remedio, paulatinamente, hasta perder definición.
La bruja del clásico ’Blancanieves’ no consultaría todas las noches al espejo sobre “quién es la mujer más bella del mundo”, porque el coste por llamada del oráculo sería de 1,90€ la conexión y 0,60€ el minuto; se contentaría con preguntarlo una o dos veces al mes. Y al final se cansaría.
También nosotros nos cansaríamos, nos aburriríamos, con estas historias de solución automática. Todas las intrigas, los secretos y los destiempos de la literatura (los grandes obstáculos que siempre generaron las grandes tramas) fracasarían en la era de la telefonía móvil y del wifi.

Todo ese maravilloso cine romántico en el que, al final, el muchacho corre como loco por la ciudad, a contra reloj, porque su amada está a punto de tomar un avión, se soluciona hoy con un SMS de cuatro líneas.
Ya no hay ese apuro cursi, ese remordimiento, aquella explicación que nunca llega; no hay que detener a los aviones ni cruzar los mares. No hay que dejar bolitas de pan en el bosque para recordar el camino de regreso a casa.

La telefonía inalámbrica —vino a decirme anoche la Nina, sin querer— nos va a entorpecer las historias que contemos de ahora en adelante. Las hará más tristes, menos sosegadas, mucho más predecibles.
Y me pregunto, ¿no estará acaso ocurriendo lo mismo con la vida real, no estaremos privándonos de aventuras novelescas por culpa de la conexión permanente? ¿Alguno de nosotros, alguna vez, correrá desesperado al aeropuerto para decirle a la mujer que ama que no suba a ese avión, que la vida es aquí y ahora?
No. Le enviaremos un mensaje de texto lastimoso, un mensaje breve desde el sofá. Cuatro líneas con mayúsculas. Quizá le haremos una llamada perdida, y cruzaremos los dedos para que ella, la mujer amada, no tenga su telefonito en modo vibrador. ¿Para qué hacer el esfuerzo de vivir al borde de la aventura, si algo siempre nos va a interrumpir la incertidumbre? Una llamada a tiempo, un mensaje binario, una alarma.

Nuestro cielo ya está infectado de señales y secretos: cuidado que el duque está yendo allí para matarte, ojo que la manzana está envenenada, no vuelvo esta noche a casa porque he bebido, si le das un beso a la muchacha se despierta y te ama. Papá, ven a buscarnos que unos pájaros se han comido las migas de pan.

Nuestras tramas están perdiendo el brillo —las escritas, las vividas, incluso las imaginadas— porque nos hemos convertido en héroes perezosos.

sábado, 7 de mayo de 2011

POEMA DE ANDRÉS CASTILLO


Aún no es el fin

La pequeña Haití agoniza
a la espera
de algún pedazo de solidaridad.

Palestina la desangran
sin piedad
muy pronto algún botón de honor
nos hará recordar sus victimas con tristeza.

Tsunamis, huracanes, terremotos,
el clima está cambiando.
Eso dicen en la TV.

Japón desaparece
ya no es el modelo a seguir
una simple grieta los hace enloquecer.

Libia resiste a los vuelos rasantes
de quienes ayer dijeron salvarla.

Una boda real-mente estupida
nos escupe a la cara
y defeca en nuestra inteligencia
quinientos años después.

Ayer Bin Laden murió otra vez,
en las cavernas de Internet
publicaron sus silencios.

Las costas del Ártico
Retroceden hasta medio metro por año.
La amenaza de la sexta gran extinción
ya está aquí.

El Barsa se vengó del Real Madrid
y Juan Pablo II fue beatificado.

Gracias José Gregorio Hernández
por los favores recibidos.
No hace falta tu beatificación
yo creo en ti.

El próximo domingo
es el día de las madres
haz feliz a Mamá regálale
un Blackberry “PlayBook”.

¿Y cuándo es que dicen que se acaba este mundo?

jueves, 5 de mayo de 2011

SÓLO EL AMOR


PARA TI HIJA DE MI VIDA Y DE MI MUERTE TE AMO CON LA LOCURA DE LA VIDA QUE NOS UNE.
CON TU AMOR Y MI AMOR LLEGAREMOS AL AMOR QUE NOS DEFINE.
TE AMO






Sólo El Amor
Silvio Rodriguez

Debes amar la arcilla que va en tus manos
Debes amar su arena hasta la locura
Y si no, no la emprendas que será en vano
Sólo el amor alumbra lo que perdura
Sólo el amor convierte en milagro el barro
Sólo el amor alumbra lo que perdura
Sólo el amor convierte en milagro el barro.
Debes amar el tiempo de los intentos
Debes amar la hora que nunca brilla
Y si no, no pretendas tocar los yertos
Sólo el amor engendra la maravilla
Sólo el amor consigue encender lo muerto
Sólo el amor engendra la maravilla
Sólo el amor consigue encender lo muerto.
Debes amar la arcilla que va en tus manos
Debes amar su arena hasta la locura
Y si no, no la emprendas que será en vano
Sólo el amor alumbra lo que perdura
Sólo el amor convierte en milagro el barro
Sólo el amor alumbra lo que perdura
Sólo el amor convierte en milagro el barro.
Debes amar el tiempo de los intentos
Debes amar la hora que nunca brilla
Y si no, no pretendas tocar los yertos
Sólo el amor engendra la maravilla
Sólo el amor consigue encender lo muerto
Sólo el amor engendra la maravilla
Sólo el amor consigue encender lo muerto.